Ramón Tebar debuta ante la OBC
El concierto de abono de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC), centrado mayormente en un programa de músicas descriptivas de inspiración más o menos española, brindó la oportunidad de escuchar por primera vez al frente de la OBC a Ramón Tebar (1978) un, aún joven, director valenciano que ha desarrollado buena parte de su carrera en Estados Unidos y que, a la luz de su capacidad para desenvolverse con eficacia ante músicas muy diferentes con una dirección siempre equilibrada, segura, completa y atenta a los detalles, despertó la curiosidad por escucharle pronto ante otros repertorios.
El programa se inició con un añadido de última hora, el pequeño poema sinfónico L’Alimara, del compositor Manuel Oltra, nacido en Valencia en 1922 y fallecido en Barcelona el pasado 25 de septiembre. L’Alimara, originalmente para dos coblas y percusión, fue interpretado en una versión orquestal del propio autor.
Siguió la conocida Sinfonía española para violín y orquesta, obra que no es sinfonía y sólo vagamente es española, compuesta por Édouard Lalo en 1874 a mayor gloria del gran Pablo Sarasate en el contexto de la fascinación francesa por todo lo español que en aquellos años era considerado “très exotique”. La ópera Carmen, cima de la España inventada por los artistas franceses, se estrenó en 1875.
La Sinfonía Española, pieza que exige en la parte solista gran despliegue de un virtuosismo casi impúdico, fue defendida a altísimo nivel por el violinista norteamericano Joshua Bell de sonido, articulación y afinación impecables. Bell, generoso, regaló aún un importante bis, una memorable interpretación de la célebre Meditation de la ópera Thaïs de Massenet, una obra de inspiración no española pero también “très exotique”.
En la segunda parte Tebar tuvo oportunidad de mostrar su pericia como director ante Estancia, de Alberto Ginastera, con su endemoniado y frenético Malambo final. La obra no se ofreció en la versión habitual de suite orquestal sino en su versión original de ballet con textos intercalados del Martin Fierro de José Hernández recitados por Fernando Ríos Palacios (no citado en el programa de mano).
Terminó la sesión con el Bolero de Ravel, un “tejido orquestal sin música” en palabras del autor, obra que de española ya sólo conserva el nombre, una pieza siempre recibida con alborozo por el público, una exhibición de saber orquestador que brinda oportunidad a casi todos los solistas de la orquesta de lucirse en un momento u otro y que Tebar equilibró y supo conducir hasta la apoteosis final.
Fuente: elpais.com (Xavier Pujol)
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