Voz pura
Prohaska huye del repertorio más trillado y llegó al Auditori con una singular propuesta barroca bajo el título ‘African Queens’
Bisnieta del compositor austriaco Carl Prohasha, y nieta e hija de influyentes directores de orquesta en la escena vienesa, la soprano alemana Anna Prohaska es una voz bien promocionada. Cuenta con el respaldo de un gran multinacional del disco clásico, Deutsche Grammophon, y tiene una hermosa voz, que, por cierto, gana muchos enteros en el estudio de grabación. En directo todo es más difícil. El domingo, en su debut en el Auditori, cantó muy bien, pero en una sala de grandes dimensiones, que encima estaba medio vacía, se perdieron muchos matices de una voz de gran pureza que hubiera brillado mucho más en la sala de cámara.
No es fácil caldear la sala grande del Auditori cuando apenas se alcanza la cifra de 900 espectadores. Hace cuatro meses, en su debut en España, en el Festival de Torroella de Montgrí, tuvo a favor la acústica de una sala mucho más pequeña que facilita la proximidad con el público. Pero en Barcelona tuvo que emplearse a fondo para hacer audibles los refinados matices de su canto. En el empeño tuvo en el sonido transparente del conjunto Il Giardino Armonico y la cuidada dirección de Giovanni Antonini sus mejores aliados.
Prohaska, que huye del repertorio más trillado, llegó al Auditori con una singular propuesta barroca bajo el título African Queens, centrada en en dis personajes emblemáticos, Cleopatra y Dido, que han excitado la imaginación de los grandes compositores reunidos en el interesantísimo programa. Y acertó al situar como punto de partida y como final de viaje varias páginas de Dido y Eneas, de Henry Purcell, un maestro del lamento donde Prohaska lució el encanto de una voz dulce y pura.
Se escucharon joyas barrocas poco frecuentes; La Didone, de Francesco Cavalli; Dido, Königin von Karthago, de Christoph Graupner; Didone abbandonata y Marc´Antonio e Cleopatra, de Johann Adolf Hasse y La Cleopatra, de Daniele da Castrovillari. Y añadió al menú dos óperas del mismo título, Giulio Cesare in Egitto, pero desigual fortuna; la famosa creación de Georg Friedrich Händel y la rareza de Antonio Sartorio.
A pesar de las limitaciones y la poco favorable acústica del recinto, Prohasha convenció al final en un concierto que fue ganando calidez gracias al delicado acompañamiento de Antonini y su famoso conjunto, que dieron descanso a la solista bordando la interpretación de hermosas piezas de Matthew Locke, Dario Castello y Händel.
Articulo publicado en El país 18-DIC-2015 por Javier Pérez SenZ
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